Blade Runner


La película Blade Runner, inspirada en la novela “¿Sueñan Los Androides Con Ovejas Eléctricas?" de Philip K. Dick (1968), es una de las obras cumbre de la ciencia ficción. Dirigida en 1982 por Ridley Scott, Blade Runner sitúa su acción en una decadente y discutiblemente desarrollada aunque futurista ciudad de Los Ángeles durante el año 2019. En este marco nos encontramos con unos seres creados artificialmente a partir de la ingeniería genética conocidos como Nexus 6 o replicantes, que sirven como esclavos para los humanos. Sin embargo, tras una rebelión por parte de estos seres, los humanos deciden “retirarlos”. Esta misión les ha sido encomendada a los Blade Runners, policías que han de reconocer y exterminar a los replicantes.


En la película nos encontramos con tres elementos dotados de inteligencia artificial. En primer lugar está Esper, un visor de fotografías que permite la navegación por ellas a través de concretos comandos de voz. En este caso, la inteligencia artificial se hace patente de forma sencilla mediante el reconocimiento de voz, sistema que actualmente está siendo desarrollado en profundidad por dispositivos tales como Siri para el iPhone 4S.



En segundo lugar nos encontramos con animales artificiales. No disponemos de información suficiente como para analizarlos en profundidad pero podemos suponer que están dotados de una inteligencia artificial que emula a la de los animales. En la actualidad, ni robótica ni la ingeniería genética están lo suficientemente desarrolladas como para poder recrear artificialmente a un animal de forma tan realista pero, quizá en un futuro no muy lejano, éste sea el paso intermedio hacia una hipotética existencia real de replicantes.



Por último tenemos el elemento clave de inteligencia artificial en esta película: los replicantes. Estos seres poseen idénticas características a los seres humanos e incluso mejoradas. Han sido creados a partir del mismo material genético que los humanos solo que ligeramente modificado para dotarles de una mayor fuerza y agilidad; además, con el tiempo adquieren y desarrollan la capacidad de sentir y emocionarse. Por lo tanto, si hablamos de una inteligencia lógica y emocional humana, y un cuerpo totalmente orgánico, el único rasgo diferenciador sería la forma de creación, ya que ellos parten de una construcción artificial conseguida gracias a los avances de la ingeniería genética, mientras que los humanos son engendrados de forma natural.

Cabe mencionar que, en un principio, otra diferencia entre humanos y replicantes, era la carencia de recuerdos que tenían estos últimos y la inestabilidad mental que ello les conllevaba. Sin embargo, la existencia de Rachel como Nexus mejorada gracias a la implantación de recuerdos falsos en su cerebro, desterraba esta desviación. La diferencia entre ambos seres es tan débil que hasta a los propios humanos les costaba diferenciar entre su propia especie y los replicantes, problema sólo resuelto a través del test Voight-Kampff.

Hoy en día podemos asegurar que la ingeniería genética no está tan avanzada como para llegar a ese punto ni parece posible en un futuro cercano tampoco. Sin embargo, es una posibilidad que nunca debemos descartar ya que, viendo los avances de la ciencia en la última década, no es del todo realista ampararse en el más puro escepticismo. Esto lo demuestran los adelantos en medicina: desde la creación de órganos artificiales con éxito, pasando por la implantación de recuerdos falsos hasta la llegada de los llamados “niños a la carta”, cuyos padres seleccionan genéticamente las características físicas que prefieren para sus hijos.

Con respecto a las implicaciones morales y éticas, esta película muestra un gran dilema: ¿son los replicantes humanos?


Como ya ha sido mencionado anteriormente, la única diferencia entre unos y otros es la forma en la que fueron creados, por lo que, podemos decir que hay más elementos comunes que acercan a ambos seres que diferencias los alejen. Esto es un hecho a pesar a los intentos del hombre por distanciarse en una tentativa de deshumanizar a los replicantes (por ejemplo cuando se utiliza la palabra “retirar” en vez de matar). Su igualdad queda demostrada en primer lugar gracias a su antropomorfismo orgánico, su capacidad de amar y sentir, la consciencia que poseen de sí mismos y el libre albedrío del que podrían llegar a disfrutar si no les esclavizamos. Como queda patente en la película, los replicantes también se hacen las mismas preguntas que hasta ahora, pensábamos que eran sólo inherentes al ser humano: ¿de dónde venimos? ¿a dónde vamos? ¿quiénes somos y quién es nuestro creador?
Por todo ello, pese a no quedar claro cuál sería el lugar en el mundo de estos seres, queda claro que no es ético crear a “semejantes” con vistas a utilizarlos como esclavos. Una vez esto ha quedado claro, sería una cuestión de analizar hasta que punto es moral jugar a ser Dios creando vida. Ésta es una discusión muy compleja que abarca infinitas implicaciones sociales, científicas y filosóficas que la humanidad hoy en día no parece muy preparada para abordar, comenzando desde el problema más básico, y es que según “la teoría del valle inquietante”, cualquier robot o humanoide con un comportamiento demasiado cercano al nuestro nos causa un inmediato rechazo. ¿Cómo entonces vamos a plantearnos si quiera de forma realista el crear vida humana?